Revista de creación literaria en busca de creadores del mundo

jueves, 19 de septiembre de 2013

Viejas glorias: carnaza para buitres (o por qué coño todavía no hemos denunciado a Disney por haber engañado a toda una generación de mujeres)



Ojos brillantes y sonrisa de satisfacción en Alicia

cuando, eufórica, escapa al bosque:

corretea por los senderos, acogida por la sombra de los árboles,

saluda, coqueta, a las ardillas y a los pájaros de sus ramas,

explora las madrigueras, anhelando un encuentro

con el simpático conejo blanco y su reloj dorado de bolsillo,

se tumba al sol, cerca del riachuelo



pero pronto aparecen los guardianes,

y Alicia se ve acorralada por dos enfermeros y un frívolo doctor

que someten su alma risueña a una camisa de fuerza…



Pobre Alicia.



El diagnóstico: alucinaciones paranoides, desequilibrio mental.

Porque los enormes conejos que tocan la trompeta

y los gatos traviesos e invisibles no existen.

Porque ella no fue testigo de la muerte del último dodó.

Porque su imaginación concibe gusanos fumadores de opio.

Porque el ritual del té y las pastas comienza a las cinco de la tarde.

Porque una monarquía desalmada de aficionados a rebanar pescuezos

es una visión surrealista.



Pobre loca.



Y Alicia se rinde, sumisa: se deja arrastrar por sus captores,

asume la medicación psiquiátrica recomendada,



¿pero quién podría asegurar que Alicia estaba tan mal de la cabeza?



Simplemente le afligía habitar

entre la contaminación atmosférica,

comida basura, primas de riesgo,

príncipes y princesas desleales,

hipotecas, miserias

y poetas nihilistas.



Y por eso, el corazón se refugió en su realidad.



Dios te bendiga, Alicia.



Dios bendiga a los locos.



(Poema De “Píldoras de Papel”).

Ana Patricia Moya
(Imagen de Alicia, de John Tenniel) 

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